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Estudio revela por qué a algunos les resulta tan irritante el sonido de otros al comer

La misofonía es común y afecta a entre el 6 % y el 20 % de las personas. Los que padecen las formas más graves pueden ser incapaces de tolerar situaciones familiares, laborales, públicas o sociales.

Científicos han identificado una conexión cerebral “supersensibilizada” en las personas que sufren una reacción extrema a sonidos desencadenantes como los de la masticación, la bebida o la respiración.

Para muchas personas, el sonido de alguien comiendo o haciendo clic en un bolígrafo puede ser molesto, pero los que padecen la enfermedad misofonía (literalmente, odio a los sonidos) puede llegar a ser profundamente irritantes, hasta el punto de sentirse disgustados, ansiosos, enfadados e incluso violentos.

Según el comunicado de prensa de la Universidad de Newcastle, la enfermedad es común y afecta a entre el 6 % y el 20 % de las personas. Los que padecen las formas más graves pueden ser incapaces de tolerar situaciones familiares, laborales, públicas o sociales.

Mayor conectividad en el cerebro entre el córtex auditivo

Ahora, unos escáneres cerebrales realizados por investigadores de la Universidad de Newcastle han revelado que las personas con misofonía tienen una mayor conectividad en el cerebro entre el córtex auditivo y las áreas de control motor relacionadas con la cara, la boca y la garganta. Esto tiene sentido, ya que la mayoría de los sonidos desencadenantes de la misofonía son causados por acciones que implican el rostro humano, como masticar o respirar.

Como resultado de los hallazgos, los investigadores tienen una nueva sugerencia: que las personas con misofonía están experimentando en realidad una estimulación de la misma parte de la corteza motora que está causando el sonido desencadenante de otra persona.

Comunicación anormal entre las regiones cerebrales auditiva y motora

“Nuestros resultados indican que en las personas con misofonía existe una comunicación anormal entre las regiones cerebrales auditiva y motora”, afirma el neurocientífico Sukhbinder Kumar, de la Universidad de Newcastle (Reino Unido). “Se podría describir como una ‘conexión supersensible’. Es la primera vez que se identifica una conexión de este tipo en el cerebro para esta enfermedad”.

Si el hallazgo publicado en el Journal of Neuroscience se confirma en futuras investigaciones, podría allanar el camino hacia terapias más eficaces para la misofonía, que algunos pacientes consideran profundamente desagradable.

El equipo analizó los escáneres cerebrales por resonancia magnética funcional de un total de 75 personas con y sin misofonía para descubrir esta conexión supersensible. Los datos se recogieron sin ruido, con sonidos desencadenantes de la misofonía (como masticar), con sonidos diseñados para ser desagradables para todos (como gritar) y con sonidos neutros (como la lluvia).

Patrón de comunicación similar entre las regiones visuales y motoras

Los investigadores también hicieron un descubrimiento adicional: una mayor conexión entre la corteza motora y la corteza visual, lo que arrojaría más pistas sobre lo que podría estar desencadenando la misofonía en el cerebro.

“Lo que nos sorprendió fue que también encontramos un patrón de comunicación similar entre las regiones visuales y motoras, lo que refleja que la misofonía también puede producirse cuando se desencadena por algo visual”, dijo Kumar, según el comunicado de prensa.

“Esto nos llevó a creer que esta comunicación activa algo llamado ‘sistema espejo’, que nos ayuda a procesar los movimientos realizados por otros individuos activando nuestro propio cerebro de forma similar, como si estuviéramos haciendo ese movimiento nosotros mismos”.

“Creemos que en las personas con misofonía la sobreactivación involuntaria del sistema espejo conduce a una especie de sensación de que los sonidos emitidos por otras personas se inmiscuyen en su cuerpo, fuera de su control”.

“Curiosamente, algunas personas con misofonía pueden disminuir sus síntomas imitando la acción que genera el sonido desencadenante, lo que podría indicar la restauración de una sensación de control. El uso de este conocimiento puede ayudarnos a desarrollar nuevas terapias para las personas que padecen esta enfermedad”, concluyó Kumar.

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