En el marco de las celebraciones de Fiestas Patrias, el Dr. Franco Daponte, investigador de la Universidad de Tarapacá (UTA), expuso un análisis sobre la trayectoria de la cueca en el norte del país, destacando cómo esta danza nacional ha sobrevivido y se ha transformado por factores sociales, políticos y culturales.
El académico explicó que la cueca surgió a fines del siglo XVIII como parte de los “bailes de tierra” presentes en todo el virreinato, difundidos por las tropas libertadoras. En sus primeras formas, conocidas como “samba cueca”, mantenía un fuerte componente africano, el cual fue perdiendo protagonismo con el tiempo. Tras la Guerra del Pacífico, esta danza se expandió bajo distintos nombres: “chilena” en Perú y Bolivia, “marinera” en honor a Miguel Grau y finalmente “cueca” en Chile.
En la Región de Tarapacá, el proceso tuvo características propias. Daponte recordó que existía una cueca tarapaqueña, vinculada culturalmente a Lima, pero que durante la chilenización fue prohibida y reemplazada por la cueca nortina, la cual integró elementos de bandas de bronce, vestimentas de influencia altiplánica y un compás más pausado. “La cueca nortina se construyó a mediados del siglo XX y, aunque muchos la perciben como ancestral, es el resultado de un proceso histórico que combinó imaginarios folclóricos y políticas culturales metropolitanas”, señaló.
El investigador agregó que durante la dictadura de Augusto Pinochet se consolidó esta clasificación al institucionalizar los campeonatos nacionales de cueca en tres estilos: central (del huaso), nortina (andina) y chilota, proceso que invisibilizó otras variantes como el cachimbo. “La cueca se constituyó como un símbolo nacional y fue parte de una política cultural que buscó homogeneizar la identidad”, apuntó.
Respecto a su vigencia, Daponte sostuvo que la fuerza de la cueca radica en su carácter ritual y simbólico. “Es en septiembre cuando la mayoría se viste con trajes que nunca fueron tradicionales, pero que cumplen un rol ritualista de pertenencia al Estado nacional. En ese sentido, la cueca ha sobrevivido porque siempre ha representado un sentir común, más allá de sus múltiples formas regionales”, afirmó.
El académico concluyó que la cueca en el norte es una expresión reinventada y resignificada, que refleja las tensiones entre tradición, política y cultura. Su permanencia en el desierto es testimonio de cómo las comunidades nortinas han hecho suyo este símbolo nacional, adaptándolo a su propia historia y paisaje sonoro.



