En febrero de 2013, los cielos de Chelyabinsk en Rusia se iluminaron por una bola de fuego que estalló a 30 kilómetros del suelo, generando una onda expansiva equivalente a unas 600 mil toneladas de TNT, afectando a seis ciudades, tres mil edificios, y un saldo de mil heridos, en el mayor evento de estas características visto en un siglo.
Se trataba de una “condrita”, un meteorito del tipo más común, con una antigüedad de 4.452 millones de años.
Son raros los casos en que podemos presenciar un evento como el de Chelyabinsk, y lo más común es que se desintegren al ingresar a la atmósfera terrestre. Sin embargo, hay ocasiones en que más de alguno sobrevive y cae en el mar o zonas despobladas, con mayores o menores consecuencias dependiendo de su tamaño, que usualmente va de unos gramos a un par de kilos.
¿Y cuáles son las posibilidades que uno de estos meteoritos golpee a una persona? Una entre 174 millones, según un estudio realizado en 1997. Vale decir, un mismo individuo tiene más probabilidades de ser alcanzado por un tornado, un rayo y un huracán al mismo tiempo que por una roca extraterrestre.
Aunque es posible que muchos meteoritos hayan golpeado a un ser humano a través de la historia, hay algunos registros más o menos confiables. Existen 300 documentos históricos chinos recopilados por la Nasa donde se habla de al menos siete muertes; está el caso de Gerrit Blank, un adolescente alemán de 14 años que en 2009 fue alcanzado por un meteorito del tamaño de una arveja en la mano; y un niño en Mbale, Uganda, quien el 14 de agosto de 1992 fue golpeado por un objeto de apenas tres gramos.
Los animales tampoco se escapan. Un caso que pasó a ser una leyenda urbana entre los astrónomos ocurrió el 28 de junio de 1911 a las nueve de la mañana, cuando un perro fue golpeado por una roca en la aldea de Nakhla, en Egipto. De acuerdo al relato de un agricultor de la zona, el malogrado can se evaporó tras el impacto. El fragmento, producido en Marte tras la caída de un asteroide hace 1.300 millones de años, fue el primero en demostrar rastros de agua en el planeta rojo.
También hay quienes se salvaron por poco, como Michelle Knapp de un pueblo en EE.UU. quien el 9 de octubre de 1992 vio cómo su Chevrolet Malibú de color rojo era golpeado por un objeto de 4.400 millones de años, y la familia Archer en Auckland, Nueva Zelanda, que el 12 de junio de 2004 recibió un meteorito justo en el living de su salón.
Sin embargo, el primer caso documentado es del 30 de noviembre de 1954 en Sylacauga, Alabama, EE.UU.. Conocido como Meteorito “Sylacauga” o “Hodges”, debe su nombre a Ann Elizabeth Hodges (1923-1972), una habitante del pequeño pueblo de Oak Grove que a las 14:46 dormía en el sofá de su casa al mismo tiempo que un objeto celeste cruzaba los cielos.
De improviso, un fragmento del meteorito se desprendió, cayendo sobre el tejado de su casa de madera, atravesando la estructura, rebotando en los muebles y golpeándola en el costado izquierdo a la altura de la cadera.
El evento, que había sido visto por cientos de personas, claramente llamó la atención de la Fuerza Aérea de EE.UU., que alarmada por creer que se trataba de un objeto enviado por la Unión Soviética, acudió a inspeccionar la escena, determinando que no se trataba de un arma comunista.
Aún así, se incautó el fragmento, no sin las protestas de Eugene -marido de Hodges-, quien demandó al gobierno reclamando la propiedad del objeto, a lo que se sumó Birdie Guy, el dueño original de la casa, solicitando una compensación por los daños materiales.
La expectación generada hizo que la cifra del meteorito se elevara a 5 mil dólares de la época. Luego de ganar el juicio, el meteorito fue devuelto a Ann Elizabeth, pero no encontró comprador. Finalmente, tras las secuelas psicológicas de la experiencia y con una gran marca de 30 centímetros en su cuerpo, optó por donar el objeto al Museo de Historia Natural de Alabama en 1956, a pesar de las quejas de su marido.
Algunos años después, Ann Elizabeth y Eugene se separaron. Ella no volvió a ser la misma y tras una insuficiencia renal, falleció en 1972 a los 52 años.
Análisis posteriores determinaron que el meteorito, un fragmento del asteroide 1685 Toro, se subdividió en tres partes, de los que sólos se recuperaron dos: el “fragmento Hodges”, de 3,86 Kg de peso, y el “fragmento McKinney”, con 1,68 Kg de peso, descubierto al día siguiente del incidente. El tercer fragmento nunca fue encontrado.
Fuente: “A Star Fell on Sylacauga”, Museo de Historia Natural de Alabama
“Human Casualties in Impact Events”, Universidad de Harvard
“The Day the Meteorite Fell in Sylacauga”
Fuente : Tercera.cl