Este fin de semana, en todas las comunas de la zona, familiares y amigos se reunieron en los cementerios para recordar a sus seres queridos. La ceremonia incluyó ofrendas tradicionales, como flores, velas y alimentos típicos de la región, tales como pan amasado y vino, en honor a los difuntos, creando un ambiente lleno de emotividad y respeto por las tradiciones locales.
La celebración se caracterizó por su autenticidad y profundidad, reflejando la idiosincrasia única de la pampa. Uno de los aspectos más distintivos de esta conmemoración es la presencia de flores de hojalata, una tradición que se originó en las pampinas como símbolo de resistencia frente a las extremas condiciones del desierto más árido del mundo. Ante la escasez de recursos y el clima implacable, las pampinas crearon estas flores metálicas, diseñadas para soportar el paso del tiempo, el viento y el intenso sol.
Estas flores, elaboradas a través de un proceso de moldeado, ensamblaje y pintura, no se marchitan ni pierden su color bajo el sol abrasador. Son, además de un tributo a los difuntos, un testimonio de la creatividad y tenacidad de la comunidad.
Las tumbas, decoradas con coronas de hojalata, papel de seda y crepé, contrastan con los tonos ocres del paisaje de la pampa, formando un escenario conmovedor donde la memoria y la resistencia cultural se encuentran.
Angélica Villalobos Colque, una de las mujeres de la región que domina la técnica de fabricación de flores de hojalata, comentó que “las flores son un recordatorio de nuestros seres queridos y también un testimonio vivo de la creatividad y resiliencia. Es un patrimonio que atesoramos y que debe persistir al paso del tiempo”.
Como muchas otras en la región, Villalobos aprendió el arte de manos de las mujeres mayores, quienes comparten el conocimiento y el valor simbólico de estas piezas con las nuevas generaciones.
La festividad, además de honrar la memoria de los difuntos, celebra la cultura del norte chileno y preserva un legado artesanal que continúa vivo en los cementerios de la región. Esta práctica, que combina respeto y creatividad, se convierte en una declaración de identidad, reflejando la fortaleza de una comunidad que ha sabido resistir y prosperar en el desierto.